El Amo del mundo se sentó sobre un risco elevado desde donde podía divisarse todo aquello que le pertenecía.
Se consideraba a sí mismo una persona racional, aunque desconocedora de los entresijos del mundo, con lo que se detuvo a observar y a aprender de los detalles de cuanto le rodeaba.
Pasado un tiempo, quizá más largo o más corto, el Amo del mundo, abrumado por sus descubrimientos, decidió huir lejos. Huyó para no volver y nunca miró atrás mientras alargaba el camino.
Sólo aquellos que tienen todo el conocimiento tendrán el poder...o eso quisiera creer.
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