martes, 31 de agosto de 2010

La Rosa de Eleazar

La brisa mecía la tupida hierba bajo sus pies desnudos. Eleazar, que sentía el viento en su cara, en su pelo, acercó la rosa que llevaba en la mano a su nariz y aspiró su aroma. Olía a vida. Eleazar caminaba de nuevo en un mundo lleno de vida.
Cogió aire, a la vez que se dejó llevar por un sentimiento de completa tranquilidad. Apretó el tallo de la rosa y la dejó caer al sentir las afiladas espinas en la palma de su mano. Continuó con su paseo. Comenzó su viaje hacia Canaán.